Salvador Schavelzoni
No fue un "cacerolazo brasileiro" contra un gobierno progresista o
de izquierda, como algunos que ven a Dilma aliada de Cristina se
apresuran a clasificar. Tampoco una primavera árabe tropical, ni una
protesta convencional por un aumento. Dejó a todos "aturdidos", decían
analistas en los medios.
Fue algo nuevo. Fue política. Fue grande. Con respeto de su
singularidad digamos que más que cacerolazo destituyente hubo mucho de
Que Se Vayan Todos contra un gobierno autista, alejado de la gente, un
sistema de partidos allá en lo alto y que no presenta (¿más?) ninguna
alternativa o causas para endosar desde abajo... Fueron movilizaciones
con mucho abierto todavía, mucho por descubrir por la gente que ganó la
calle después de mucho tiempo y que seguirá dándole sentido desde
dentro.
El escenario donde ocurre: 15 mil millones gastados para organizar
la copa del mundo en un país que continua teniendo decenas de millones
de pobres, mala educación y salud, pésimo transporte y los bancos como
mayores beneficiarios de todo el dinero que está entrando. No es un
detalle el dato del Mundial… quizás los 30 mil millones de Belo Monte
sean aún más escandalosos, pero la organización del mundial y olimpiadas
trae al Brasil un clima de megalomanía y entusiasmo totalmente
comercializado, chauvinista y imperial. Y en la calle de 11 ciudades, el
17 de junio, este delirio parecía estar siendo realmente cuestionado.
Dilma venía de una mala semana, la habían silbado en la inauguración de la Copa de Confederaciones, ensayo para el mundial. La policía reprimió a manifestantes anti-copa y el ministro de deportes advirtió que no serían admitidas esas protestas. Ahora hubo grandes movilizaciones en ciudades con intendentes o gobernadores petistas, como São Paulo. Aquí, Fernando Haddad –ex profesor de ciencias políticas de la USP con tesis sobre Marx y Habermas, y ex ministro de educación– se mostró inflexible, con argumentos técnicos y justificando por ejemplo la represión policial de la marcha anterior. Mientras escribimos esto, sin embargo, parece venirse la anulación del aumento, o al menos la suspensión con discusión, a partir de la convocatoria de un Consejo de fuerzas Vivas de la Ciudad. Si no retrocede, como ya hicieron otros gobiernos (Porto Alegre) enfrentaría la calle nuevamente. Aunque la novedad tampoco permite prever si será in crescendo o no. Ya hay convocada una marcha para hoy a las 18, esta vez cerca de su sede de gobierno.
Un aumento de 20 centavos en el pasaje de colectivo y subte de San
Pablo, y de otro tanto en el resto de las ciudades (decidido por cada
gobierno) fue la chispa. "El pueblo despertó" cantaba la gente. "Venga a
la calle contra el aumento" invitaban mientras circulaba sin rumbo
pre-definido por la ciudad. En otra se le preguntaba a Dilma si Neymar
valía más que la salud y la educación, no me acuerdo bien...
Fueron las movilizaciones más grandes desde 1992 ( affaire Collor
de Mello) y la falta de banderas, canciones conocidas por todos,
camiones de sonido, vendedores de bebidas, puntos de concentración y
caminos de desconcentración establecidos mostraban eso. Se cantaban
canciones de la cancha, o inventadas en el momento. La concentración fue
en una zona recientemente reurbanizada de la ciudad, redescubierta.
Como no había recorrido establecido los automovilistas debieron esperar
muchas horas en las esquinas de las avenidas tomadas, sentados al lado o
dentro de sus autos. La movilización se dispersó por lo menos por tres
caminos en San Pablo, ciudad donde participamos y desde donde escribo.
Unos fueron para el palacio del gobernador del Estado (Provincia), que
fue uno de los que decretó el aumento, otras dos columnas fueron para la
Av. Paulista a donde la policía no había permitido entrar el jueves
pasado, en la ya quinta movilización por el mismo tema en pocos días
(desde el 6 de junio).
Dilma venía de una mala semana, la habían silbado en la inauguración de la Copa de Confederaciones, ensayo para el mundial. La policía reprimió a manifestantes anti-copa y el ministro de deportes advirtió que no serían admitidas esas protestas. Ahora hubo grandes movilizaciones en ciudades con intendentes o gobernadores petistas, como São Paulo. Aquí, Fernando Haddad –ex profesor de ciencias políticas de la USP con tesis sobre Marx y Habermas, y ex ministro de educación– se mostró inflexible, con argumentos técnicos y justificando por ejemplo la represión policial de la marcha anterior. Mientras escribimos esto, sin embargo, parece venirse la anulación del aumento, o al menos la suspensión con discusión, a partir de la convocatoria de un Consejo de fuerzas Vivas de la Ciudad. Si no retrocede, como ya hicieron otros gobiernos (Porto Alegre) enfrentaría la calle nuevamente. Aunque la novedad tampoco permite prever si será in crescendo o no. Ya hay convocada una marcha para hoy a las 18, esta vez cerca de su sede de gobierno.
El grupo que organiza es el Movimiento Passe Livre, que en
distintos estados organiza de forma horizontal y apartidaria la lucha
por un boleto estudiantil, pero también por "tarifa cero" para todos y
que viene poniendo nerviosos a gobernantes que no encuentran
interlocutores, líderes o procedimientos previsibles.
El día de las protestas, 17 de junio, el gobierno nacional sólo
atinó a hablar de sus planes sociales. El ministro de Justicia había
dispuesto la semana anterior tropas federales de la policía para frenar
el "vandalismo", como cuando enfrentan narcos en las favelas. En las
redes sociales se expandió la interpretación de que eran movilizaciones
golpistas de derecha (¿"cacerolazos"?), que recordaban las que
antecedieron el golpe de 64, impulsadas por la derecha. Alimentando esa
interpretación habló Arnaldo Jabor, un famoso periodista de horario
central de la TVGlobo, que se apresuró a decir que no eran todos
vándalos, como la prensa los reconoció la primer semana, y que la
protesta debía ser apoyada. Pero en la calle se sentía otra cosa. La
gente rápidamente inventó canciones contra Jabor, y las protestas contra
el aumento del transporte más bien ocupaban un vacío dejado por el
partido que supo representar las demandas sociales y progresistas. Hubo
hasta banderas del PT en la marcha.
Aunque mucho de la protesta y de las personas que salen por primera
vez a la calle tiene mucho de inclasificable, desordenado, de a ser
inventado… la interpretación del golpismo no procede. Comenzando porque
los intereses del proyecto de la dictadura no están siendo amenazados
por el PT. El prefecto Haddad, con mucha proyección después de haber
ganado en una ciudad donde en general gana la oposición, sigue a la
presidenta en la derechización de un partido que gobierna aliada a los
sectores más conservadores: los ruralistas, las iglesias, los antiguos
rivales reciclados de la dictadura que ahora acompañan al PT con las
mismas reacciones, respuestas, interpretaciones que llegan desde el
gobierno. El proyecto del PT tiene que ver con aumentar el consumo,
"compren autos" recomendaba Lula, mientras Dilma ocupa sus horas en
administrar una empresa constructora llamada Brasil, realizando los
lugares comunes del neoliberalismo mezclado con desarrollismo de los '60
y tecnocracia burocratizada.
Lejos de un "cacerolazo" de la clase media conservadora, entonces,
fue más bien una ciudad recuperando su calle. La respuesta de la policía
contra "vándalos", cagándolos a palos y gasificando la semana pasada,
llevó mucha gente a la calle, especialmente jóvenes y muchos históricos
votantes del PT. El autismo de este partido contribuyó en un momento que
parece contener fuerza que puede cambiar la política brasileira. No
todavía de forma generalizada, en un país donde las largas transiciones
con continuidad son más bien la regla. Pero ya sí para los que
encontraron la calle y descubrieron un mundo nuevo.
Lo que convocó directamente, además de la violencia policial fue la
indignación por un boleto de un dólar y medio que representa un tercio
del salario de las familias trabajadoras. Un transporte público que es
parte del gran problema del tránsito y costos de transporte para toda la
ciudad. Pero junto a la consigna contra el aumento de 20 centavos, se
escuchaba "no son sólo los 20 centavos". "Los 20 centavos son nuestro
parque de Turquía", algunos explicaban. Se trata de participar,
encontrar una voz propia en una ciudad recuperada.
Era un nuevo San Pablo fluyendo por las calles, ciudad que solía
ser más conservadora que otras (Brasilia, donde ayer se ocupó el
congreso; Río de Janeiro, donde se reprimió con balas de plomo) y que
ahora inició estas nuevas movilizaciones. No hay indicios de qué pasará.
Partidos de izquierda que intentan entrar y explicar u orientar, un
gobierno que apuesta a que la ciudad vuelva a la inercia. Las políticas
sociales como credencial de un gobierno que sólo se sostiene para el
votante progresista movilizando el fantasma de la derecha, que
hipotéticamente sería mucho peor, porque supuestamente cortaría el Bolsa
Familia y privatizaría Petrobrás.
Pero la civilización de los autos paró por un día. La gente
marchando por lugares de la ciudad que generalmente es tomada por el
tránsito lento y edificios espejados fue de la protesta, el arte, el
encuentro. Muchos calculan, especulan, pregunta en qué se va a
transformar todo esto. Preguntas que dicotomizan y polarizan no
entendiendo que lo importante es lo que ya pasó, lo que significaba la
gente en la calle, y lo que seguirá significando, por caminos nuevos
abiertos por las avenidas ocupadas y la fuerza descubierta para soñar.
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