A "Las muchachas de abril"
Compañeras, no me he olvidado de vosotras; ya lo sé, debo tener une estrella que me protege; por unas décimas de milímetro también yo estaba en la foto junto a ustedes. Vuestra juventud eterna me devuelve mi propio reflejo como un espejo deslustrado por el tiempo. Hasta siempre queridas, no me tengan rigor, no las abandono es tan sólo que yo estoy del otro lado del espejo…
Hace 42 años de esto, en abril de 1974, Laura, Silvia y Diana eran asesinadas de sangre fría en un apartamento del barrio Brazo Oriental en Montevideo. No lejos de allí, el mismo día, los mismos soldados, el mismo odio desencadenado, yo escapaba por no se qué milagro al mismo destino, porque la bala no quiso entrar en mi cuerpo, porque sólo me rozó dejando un agujero de mas de un centímetro de profundidad a la altura de la entrepierna, donde pasa la arteria femoral.
>> Una bala 9 mm destinada a matar, una bala del mismo calibre que las otras 38 encontradas en el cuerpo de Silvia o de las 44 encontradas en el cuerpo de Diana y las tantas más que recibió Laura. Una bala proveniente quizá de la misma arma o tirada por el mismo militar, ya que las ráfagas se sucedían desde las dos de la madrugada. Una bala por nada, una bala inútil, porque las personas mueren pero las ideas perduran, el miedo no cambia nada, ni tampoco el odio, la vida toma siempre su revancha tarde o temprano.
>> Aquella época fabricaba jóvenes intrépidos que querían cambiar la sociedad, el mundo injusto y sin piedad en el cual vivimos; jóvenes sinceros en sus propósitos pero sin un objetivo a largo plazo suficientemente claro, sin experiencia de las luchas sociales, sólo llevando su sueño en bandolera.
>> Pero la misma época fabricaba muertos, porque no había otro futuro para esos jóvenes que escapara a la lucha y la lucha era desesperada.
Esa generosidad huérfana, no era recompensada tampoco por el entorno; poca gente « normal » comprendía, sólo recogía las lágrimas de los padres, hermanos y otros seres queridos. Qué desperdicio !
Qué podíamos nosotros con 19 años, con nuestras esperanzas y nuestro entusiasmo frente al poder armado y al servicio de la burguesía con sus privilegios y sus posesiones que defender.
Salíamos de las escuelas y universidades con la cabeza llena de ideas de cambios políticos, de justicia, de justicia social y de equidad, pero estábamos destinados a ser seres de producción y de sufrimiento; elegimos no morir sin dar batalla pero nos convertimos en seres de venganza.
Las “muchachas de abril” eran tres de nosotros mismos como tantos otros, sacrificados ante el altar del ejemplo para todo un pueblo.
El 21 de abril de 1974 estaban solas, Laura y Diana esperaban un salvoconducto para refugiarse en Argentina. Silvia las albergaba y su esposo Washington había viajado a Buenos Aires para obtenerlo. Yo, mi compañero y mi bebé espérabamos el mismo salvoconducto en casa de la hermana de Silvia : Stella. Stella que hasta hace muy poco no dejó de luchar por que la verdad salga a la luz, Stella que fue mi hermana de infortunio y con quien tanto compartí.
Queridas, del otro lado del espejo os tiendo la mano, vengan, aproxímense, mírenme a los ojos, tienen que verse en ellos porque estarán allí en cada momento, forman parte de mi mirada por siempre.
Marisa
París 20 de abril de 2016